Si alguna vez necesitas una prueba de que las personalidades no cambian... ten hijos. 

Viendo a tus hijos crecer, reconoces que sus características fundamentales permanecen durante toda su vida. Esos rasgos y características, típicamente conocidos como "personalidades", formados en la juventud temprana, permanecen a medida que crecen. Imaginen, por ejemplo, un niño que hace muchas preguntas. Sigue siendo un individuo inquisitivo hasta la edad adulta.   

A menudo, la gente comenta que los niños que hacen preguntas, simplemente no se inhiben por las "normas sociales". Sin embargo, es nuestro entorno el que nos enseña el significado del comportamiento. Por definición, debe haber elementos en el ambiente que son, de hecho, normas sociales.    

Tengo dos chicas, cada una de las cuales es lo opuesto a la otra. A una edad muy temprana, "M" se frustraba profundamente al tener dificultades para expresarse sobre sus necesidades. Ese mismo comportamiento ocurre hoy en día, a pesar de que es una mujer adulta y madre de sus propios hijos. Se desempeña mejor cuando se le presentan opciones.   

Mi otra hija, "W", fue muy directa y clara en dejar que la familia y los amigos supieran exactamente lo que quería. Hasta el día de hoy, prefiere las preguntas abiertas, en lugar de las alternativas de opción múltiple. En su trabajo actual como productora, todavía es buena para decirle a la gente lo que necesita.    

Al reflexionar sobre la gestión de nosotros mismos, y de los demás, la comprensión de nuestras inclinaciones naturales hace que nuestras vidas sean más satisfactorias y exitosas.   

Piensa que, aunque nuestras características básicas no cambien fácilmente, hay esperanza. En la escuela recibimos una educación formal y nos relacionamos socialmente con los demás. El resultado es que aprendemos a ser pensadores críticos y a evaluar los problemas de diversas maneras, todo lo cual se combina para formar nuestros estilos de pensamiento.   

También aprendemos qué conductas y mecanismos de afrontamiento son aceptables observando a los demás, para poder determinar la mejor manera de manejar nuestros sentimientos y acciones. Al final, nuestra felicidad deriva de la forma natural en que encajamos en las situaciones que la vida presenta, y que buscamos. La educación y el entrenamiento pueden ayudarnos a refinar nuestros comportamientos y procesos de pensamiento para mejorar el éxito. Idealmente, cada persona necesita ser comprendida, individualmente; y respetada por su personalidad única.